16 June, 2012 20:56

 

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REVISTA CRECIMIENTO INTERIOR N° 61

Año 6, mes de Noviembre del 1999

Revista Crecimiento Interior Nº 61, Año 6, Noviembre de 1999

 

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FLORES DE BACH:
Como ayudan a superar la depresion en la tercera edad

En la República Argentina los mayores de 65 años constituyen el 10% de la población, en tanto que alcanzarán al 19% en 2050 (1 de cada 10 personas). La depresión es más frecuente en los ancianos que en la población en general y su prevalencia oscila del 25% al 50%...

¿DUELE?, ¡CLARO QUE DUELE!

Miró hacía arriba y lo vio. Era un hermoso objeto que brillaba. Hacía tiempo que quería alcanzarlo pero no podía, estaba muy lejos. Gateó un poco alrededor y, haciendo un gran esfuerzo, intentó de nuevo. Pero fue inútil, sus cortos brazos y su mano pequeña no ayudaban mucho desde ese lugar de "abajo", para agarrar ese objeto "allá arriba"...

EL FENG SHUI Y EL CHI AMBIENTAL

Hay algunos elementos que comparten todas las escuelas del Feng Shui. El más importante es el chi, que los chinos llaman "el aliento del dragón cósmico del Universo", pero que puede entenderse más fácilmente como energía o fuerza de la vida...

EL LOCO DEL TAROT

Todo está en silencio. Una bruma espesa, pesada, oscura, domina el panorama. De pronto y como de muy lejos se comienza a escuchar el campanilleo de unos cascabeles y lentamente ante nuestros ojos se va materializando una figura muy singular...

Escritos sobre Terapias Florales


Flores de Bach:
Como ayudan a superar la depresion en la tercera edad

En la República Argentina los mayores de 65 años constituyen el 10% de la población, en tanto que alcanzarán al 19% en 2050 (1 de cada 10 personas). La depresión es más frecuente en los ancianos que en la población en general y su prevalencia oscila del 25% al 50%.
El envejecimiento produce cambios neurobiológicos en los sistemas relacionados con la patogenia de la depresión, con reducción de las concentraciones cerebrales de noradrenalina, serotonina y dopamina e incremento de la monoaminoxidasa (MAO).
Pero su presencia sólo se evidencia cuando surge un deterioro súbito tras un estrés fisiológico o social agudo. No se ha establecido aún el rol de esas modificaciones en la depresión de inicio senil.
La depresión en la vejez es una afección subdiagnosticada e infratratada, debido a que muchas, por sobre los síntomas habituales de tristeza e inhibición, predominan las preocupaciones y las quejas depresivas enmascaradas, la baja autoestima y desvalorización y los síntomas hipocondríacos; y por existir la creencia justificada de que lo antedicho es algo propio de los viejos. El paciente depresivo por su estado anímico tiende a interpretar en forma negativa sus experiencias de vida; tiene una visión negativa de sí mismo, de su entorno y del futuro.
La limitación de la movilidad, la disminución o pérdida de la visión, la hipoacusia, la disminución de las actividades físicas, sociales, vocacionales y recreativas; el empobrecimiento económico, la baja calidad de vida, la viudez y la separación de los hijos son estrés psicosociales frecuentes en la senectud. Los síntomas depresivos se asocian con mayor incapacidad, dolor, evidencias bioquímicas de subnutrición y mayor riesgo de deterioro cognitivo.

Síntesis de algunos de los síntomas:
1. Estado anímico depresivo.
2. Pérdida de interés o de la capacidad para el placer.
3. Pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso (por ejemplo: un cambio de más de 5% del peso corporal en un mes).
4. Insomnio o hipersomnia casi cada día.
5. Agitación o lentitud psicomotriz cada día.
6. Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados.
7. Disminución de la capacidad para concentrarse, o indecisión.

¿Cómo ayudan las Flores de Bach a superar este estado?
"Devolver a uno mismo la armonía, el equilibrio, requiere del desarrollo de un amor positivo y natural", solía decir el Dr. Bach.
Las emociones actuando a través de cerebro, pueden afectar el funcionamiento del sistema nervioso, los niveles hormonales y las respuestas inmunológicas, cambiando en consecuencia la susceptibilidad de una persona a enfermedades orgánicas.
Muchas son las florales que pueden ayudar a cualquier edad a superar y a encontrar el equilibrio en el cuerpo.
Desde el punto de vista físico: desde ya que cuando hablamos de una enfermedad crónica, como puede ser una deformación ósea como las que produce la artritis reumatoideas o artrosis en estado avanzado, entre otras, no se revierte el caso, pero sí a través de las florales puede encontrarse un estímulo, un alivio, en la medida que restablezcan el equilibrio psicológico y emocional y seguir sintiendo que la vida toma un nuevo y más profundo significado. Que llegar a dicha edad no significa “ya no sirvo”, por el contrario sentir que muchos necesitamos aprender de ellos y que tienen una gran experiencia de la vida que es necesario que sea transmitida, son verdaderamente la sabiduría adquirida por la experiencia de tantos años de gozar y sufrir; sufrir y gozar en la vida, no debe ser menoscabada porque al hacerlo atentamos a la dignidad de la persona humana, sino aprovechada para que nos transmitan la experiencia que, por haber sido vivida por un ser humano, tiene la riqueza de Dios que se hizo hombre para salvar.
El terapeuta floral a través de una entrevista con el paciente tratará de desenmascarar todas las emociones ocultas, causantes de ese desequilibrio que llevó a desencadenar una enfermedad, quizás la enfermedad que hoy nos ocupa: "la depresión".
Una buena terapia y florales indicadas se encargaran de hacernos encontrar la esencia de ese ser maravilloso, que existe y que tiene aún todas las posibilidades para ser feliz.
Entonces ser viejo no será una maldición. Será una hermosa experiencia: para unos, un lento atardecer; para otros, una manera de llegar al Palacio de la Sabiduría.

Autora: Graciela Fernandez

Revista Crecimiento Interior Nº 61, Año 6, Noviembre de 1999


 

Cuentos

¿DUELE?, ¡CLARO QUE DUELE!

Miró hacía arriba y lo vio. Era un hermoso objeto que brillaba. Hacía tiempo que quería alcanzarlo pero no podía, estaba muy lejos. Gateó un poco alrededor y, haciendo un gran esfuerzo, intentó de nuevo. Pero fue inútil, sus cortos brazos y su mano pequeña no ayudaban mucho desde ese lugar de "abajo", para agarrar ese objeto "allá arriba".
"Martincito", que así lo llamaban los adultos, finalmente desistió y se quedó entretenido con un sonajero que su abuela le había regalado hacía muy poco, cuando había cumplido once meses de vida.
De pronto un enorme adulto, digamos mejor "un adulto", porque los adultos se caracterizan por ser desproporcionadamente grandes respecto a nosotros los "bebés", entró por la puerta sonriente, caminando con mucha energía y haciendo retumbar el piso de madera con sus enormes zapatos. Era evidente que venía de afuera. Venía de ese misterioso mundo que estaba más allá de la puerta, más allá de las escaleras que llevaban a la calle. Un mundo que se extendía mucho más allá de los pocos territorios que Martincito conocía durante los viajes que podía hacer en brazos de mamá, papá o a veces de la tía Julia. Era indudablemente un mundo lleno de posibilidades, al que esos adultos accedían cuando querían, con el enorme poder que les daba el "caminar en dos piernas", en vez de estar gateando en cuatro patas como él.
Martincito intuía que ese mundo, lleno de lugares desconocidos, lo estaba esperando para jugar con él. Quería conocer esos lugares. Lugares desde los cuales la gente volvía la mayoría de las veces contenta. Pero no siempre, porque también había que reconocer que a veces los adultos regresaban, luego de una jornada de ausencia, con las caras tensas, o incluso desencajadas. En esos días los adultos protestaban de la vida que habían tenido que soportar en esa "selva salvaje", y señalando con el dedo índice a Martincito, hacían referencia al maravilloso mundo que el bebé tenía: protegido, con la "teta" asegurada y siempre lista. Decían que querían volver a ser bebés como él para que los abrazaran y cuidaran. No querían tener más obligaciones. Sólo llorisquear un poco cuando querían comida o cuando necesitaban que les cambiaran los pañales mojados. Decían que querían un mundo fácil, y protector. Pero Martincito no se dejaba engañar: era indudable que los adultos simplemente hacían como que quisieran volver a ser bebés protegidos, pero era evidente que buscaban esta sensación de bebés sólo por minutos. Era obvio que no querían volver a vivir gateando o dependiendo de una teta o de una papilla que les pudiese dar otro. Era evidente que ese mundo que se erigía más allá de la puerta tenía algo de especial y el bebé se había propuesto entrar en él.
Para esto tenía un plan y un fuerte deseo, que digo fuerte, un fuertísimo, imperioso deseo de caminar, de ser adulto y de dejar esa vida en la cual para obtener la teta, la papilla o los cuidados tenía de llorisquear, depender de otro.
Entonces Martincito con toda firmeza intentó levantarse y se cayó de cola al piso. Miró para ambos lados como buscando a quien llorarle un poco, pero estaba solo. Así las cosas, se levantó de nuevo e intentó caminar, pero se cayó. De nuevo volvió a levantarse, y de nuevo a caerse.
Ustedes seguramente lectores se preguntaran si le dolía cada vez que se caía. ¡Claro que le dolía!. No era un bebé insensible. Pero él estaba muy ocupado tratando de levantarse para lograr su objetivo de caminar. Y cada vez que se levantaba se decía: ¡Vale la pena hacerlo!.
En ningún momento, dudó de lo que quería. Él no se iba a quedar toda la vida "gateando" mientras los demás hacían vida de "adultos". No señor, él era todo un bebé. Y un bebé con todo el poder que le da el futuro, no duda, no señor. El no tenía tiempo para quedarse sentado en el piso llorando y lamentándose de cómo le dolía la cola, y de lo fea que era la pequeña vida que se vivía desde ahí abajo, limitado, sin horizontes. El intuía desde sus once meses de existencia en este planeta, que la vida era otra cosa. Que había mucho para ver y aprender "del otro lado de la puerta", y que valía la pena intentarlo. No se ponía a protestar por lo injusto que era el mundo, que ponía casi intencionalmente las cosas lindas más allá de la puerta, o arriba de mesas tan altas que los que estaban muy abajo no podían llegar a ellas. Martincito sabía que había que levantarse para agarrar las cosas y él se había propuesto lograrlo.
El bebé pensaba: "No quiero más la teta, no quiero más papilla, no quiero esa seguridad, en un "corralito" totalmente protegido del mundo. Quiero entrar en el juego de la vida".
Y así como Uds. se imaginarán luego de varios días de intentos donde soportó no menos de veinticuatro "caídas de cola", dieciocho "caídas de costado", uno ojo casi en "compota" cuando se encontró con un borde de la mesa, y otra serie de daños menores, luego de todos estos fracasos, el bebé, finalmente lo logró: se puso a caminar y dejó de gatear.

Pero, ¿a cuento de qué, te preguntarás querido lector, viene este tema tan conocido por nosotros, ya sea por verlo en los bebés actuales, ya sea porque también nosotros tuvimos que dejar de gatear como bebés para crecer y acceder a otro mundo?. ¿Qué tiene de novedoso este relato?.
A estas preguntas te debo contestar que nada..., y entonces tu pregunta podría ser: ¿Y para qué me haz hecho perder diez minutos en leerlo?.
En mi defensa te diré, que el otro día, con mis cuarenta y nueve años de edad, e intentando llegar a un nuevo objetivo que tenía, y sobre el cual había puesto un ferviente deseo, me "caí de cola" en el piso, y me dolió, y entonces cuando empecé a llorisquear y a lamentarme de cómo me había dolido caerme, y a pensar que era mejor quedarme donde estaba en vez de tratar de levantarme, de pronto me vi. Sí, me vi cuando yo tenía once meses. Y sentí de nuevo ese dolor especial en mi cola. Un dolor apenas amortiguado por los pañales, y sentí junto a este dolor la sensación intensa de querer caminar. Sí, caminar a pesar de todo, y sobre todo obstáculo que se presentara. Y ese día, luego de verme así, me sequé las lágrimas, mis ojos se pusieron brillantes como los de un bebé que quiere descubrir el mundo detrás de la puerta, y me levanté de nuevo, concentrándome en lo que quería, en vez de llorar, o de perder las esperanzas cada vez que me caía en el intento, y así me levanté y me caí varias veces...
Y tú, querido lector, te preguntarás de nuevo: ¿Y duele cuando te caes?.
¡Claro que duele!. Pero, debo confesarte algo: ¡Vale la pena, dejar de gatear y empezar a caminar!. Pues allá afuera hay todo un mundo por descubrir.


Revista Crecimiento Interior Nº 61, Año 6, Noviembre de 1999.

Autor: Dr. Dino Ricardo Deon
Extraído del libro "Los cuentos de Dino".

Escritos sobre Feng Shui


El Feng Shui y el Chi Ambiental

Hay algunos elementos que comparten todas las escuelas del Feng Shui. El más importante es el chi, que los chinos llaman "el aliento del dragón cósmico del Universo", pero que puede entenderse más fácilmente como energía o fuerza de la vida. Está en el aire, circulando constantemente a nuestro alrededor e influyendo en cada momento de nuestra vida, desde la prosperidad hasta el infortunio y la enfermedad. Como la electricidad, el chi es una fuerza invisible, aunque poderosa de nuestra vida diaria.
El objetivo de un buen Feng Shui es aprovechar esta fuerza vital para potenciar los efectos positivos que ofrece. Aumentando y enfocando el flujo chi, podemos dirigir nuestro destino en forma positiva.
Como fuerza natural, el chi se mueve más beneficiosamente entre curvas: prefiere las formas suaves que se dan en la naturaleza a los cantos agudos de los diseños fabricados por el hombre. Cuando fluye por una vía curva, el chi viaja a ritmo pausado, otorgando su poderosa fuerza y sus bendiciones. Las líneas rectas y los cantos agudos hacen que se mueva más deprisa, lo que provoca la aparición de "flechas venenosas" que tienen efectos dañinos. Las estructuras fabricadas por el hombre que modifiquen el entorno (carreteras, túneles, urbanizaciones, etc.) pueden afectar negativamente su movimiento, dando lugar al mal chi, que se conoce con el nombre de "sha".
Imagínese el buen chi como el viento que sopla suavemente a través de los árboles y crea refrescante aire limpio y saludable. Y ahora, imagínese el viento soplando por un espacio urbano, a lo largo de un bloque de rascacielos, que lo deja sin aliento cuando pasa por su lado.
Así verá la diferencia entre el flujo positivo del chi y el sha.
Desgraciadamente, el chi negativo es bastante común en las casas y espacios de trabajo. Los largos corredores estrechos pueden provocar sha, lo que acarrea toda suerte de problemas en los negocios, la salud o las relaciones. Los cantos agudos, creados por muebles archivadores, despachos y columnas cuadradas, hacen que fluyan flechas venenosas.
Esto puede provocar dolores de cabeza o espalda, y otras enfermedades físicas o psicológicas en las personas que se hallan en esas casas u oficinas. También las obstrucciones físicas que bloquean el paso del chi pueden provocar problemas debido a su estancamiento. Cuando los muebles impiden el movimiento libre por la habitación o cuando un árbol bloquea el fácil acceso a un edificio, se interrumpe el flujo del chi. Esto puede provocarse también por el desorden cotidiano: montones de papeles, archivos, cajas, etc. El chi estancado se desconecta de todos los beneficios positivos de la energía que fluye libremente y puede provocar problemas en la salud o en las relaciones. El chi estancado, especialmente en un entorno de trabajo, puede interferir en la creatividad, la atención y la concentración.
Si hay un área en la que el chi estancado parece ser un problema crónico, añade algo de esta lista de elementos que atraen fácilmente el chi:
- Luz
- Agua (especialmente en movimiento, como acuarios o fuentes)
- Seres vivos (peces, mascotas, pájaros)
- Plantas y flores
- Reflejos (espejo)
- Movimiento (ventiladores, móviles de campanillas)
- Colores vivos
- Cristales
- Bonitas piezas de arte

Cualquier objeto que capte su atención en forma agradable atraerá chi positivo.
Pero así como cualquier buena cosa en cantidades exageradas puede ser una plaga para nuestra vida, demasiado chi puede provocar problemas. Si por ejemplo tiene dificultades para concentrarse, compruebe que en su área de trabajo no haya muchos signos de chi. Por ejemplo luz clara es útil para mantener el buen chi de una habitación. Pero la sobre exposición o la luz dura (una situación típica en muchos lugares de trabajo) pueden hacerlo demasiado intenso y hacer que resulte abrumador y estresante.

Autora: Beatriz Yaconis

Revista Crecimiento Interior Nº 61, Año 6, Noviembre de 1999


 

Escritos sobre Tarot


EL LOCO DEL TAROT

Todo está en silencio. Una bruma espesa, pesada, oscura, domina el panorama.
De pronto y como de muy lejos se comienza a escuchar el campanilleo de unos cascabeles y lentamente ante nuestros ojos se va materializando una figura muy singular.
¿Quién es éste ser, vestido de mil colores que ha surgido como de la nada?. Lleva un hatillo al hombro, una vera a modo de bastón, sonoros cascabeles cuelgan de su insólito ropaje. Un perrito brinca a su lado.
Es El Loco. Por la expresión de su rostro no podríamos saber si está triste o alegre, si es sabio o tonto, si es joven o anciano. Sus pies apenas rozan la tierra y más que caminar parece que bailara sin mirar a donde se dirige, sin advertir el peligroso abismo que se abre poco más adelante. Sólo su fiel compañero, con sus instintos siempre alerta, intenta prevenirle del mismo. En realidad es como si hombre y animal fueran un solo ser, unidos en la eterna aventura que el destino les depara.
A través del tiempo, la historia, la literatura, el arte, nos han brindado múltiples versiones de El Loco, desde el simple "loco del pueblo", pasando por el bufón de la corte, hasta llegar al más familiar payaso de circo, pero todos ellos tienen un núcleo central que los hermana, es la pureza, la inocencia, la sencillez de la verdad, que tantas veces escapa a nuestra mente racional y consciente.
De pronto, este Loco del Tarot, extiende una mano desde su recuadro en la carta y nos invita a acompañarlo.
¿Dónde nos llevará? Para saberlo tendremos que seguirlo y confiar en su profunda intuición.
La aventura que nos propone no es otra que la de adentrarnos en nuestro propio inconsciente, para traer a la luz aquellas zonas oscuras, profundas, esas que no nos animamos a transitar, pero que sabemos que están allí, esperando ser descubiertas y liberadas. Alguien alguna vez llamó al Tarot “El juego de imaginar” y El Loco es el encargado de abrir la puerta para ir a “jugar”. Es él quien, con su eterna inocencia, nos llevará de Arcano en Arcano, y quizás para nuestra sorpresa nos desconcertará no siguiendo lo que para nuestro racional entendimiento sería el orden lógico, sino que su intuición nos guiará por una ruta muy particular, aquella que al enfrentarnos con nuevas experiencias nos mostrará aspectos de nosotros mismos hasta ahora desconocidos, poco transitados o no lo suficientemente profundizados.
El Loco nos trae un mensaje. Dejemos que este fluya por nuestro interior. Nos brinde coraje y optimismo, nos enseñe a aventurarnos en la vida, a confiar en nuestra percepción interior, en aquello que no sabemos cómo, pero sin embargo ya sabemos, y a lo que tantas veces, por no decir la mayoría de las veces, desdeñamos por parecernos sin sentido, lógica o sin razón.
Cuando en nuestro interior resuene el alegre tintineo de sus cascabeles, dejémonos ir con nuestro Loco, que llegado el tiempo, lugar y circunstancia, nos llevará a encontrarnos con nuestro verdadero SER.

Autora: Mónika Claudia Zajdman

Revista Crecimiento Interior Nº 61, Año 6, Noviembre de 1999


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

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